Hay de las cosas que se están olvidando con demasiada facilidad y a propósito. Son conceptos de importancia para la lucha -diríase imprescindibles- y como consecuencia de su olvido, se desfigura tanto la lucha misma que termina por abandonarse a la voluntad del posibilismo inculcado por la burguesía. Ese posibilismo recorre la línea del menor esfuerzo, que en última instancia, es la línea trazada entre la penosa situación de los explotados hasta su rendición al imperativo de los poderosos: nada se puede cambiar, ni siquiera lo injusto de que grandes masas de humanos vivan sometidos en beneficio de una extrema minoría, cuya riqueza material proviene de la pobreza de aquellos oprimidos.
Olvidar pues lo básico que sintetizan los conceptos acuñados en siglos de lucha obrera, es una perversión que se muestra en los actuales nombres que se dan a los fenómenos y las cosas. Nosotros no hacemos nominalismo, cuestión de nombres, sino que sabemos que cuando al pan no se lo llama pan y al vino no se lo llama vino, se está negando la realidad, preferimos ir por el viejo y seguro al pan, pan, y al vino, vino. Toda otra cosa es perversión de la realidad.