Contra la sindicalización patronal de Ciciliani

La diputada socialista Alicia Ciciliani presentó el mes pasado un proyecto de afiliación sindical automática en la Cámara de Diputados. A coro, la prensa burguesa abarcó el tema subrayando las bondades del proyecto que apuntaría a fomentar la participación de los trabajadores en los sindicatos y a ratificar la libertad sindical. La Capital del 31/05 sostiene que la iniciativa “prevé que cuando una persona ingrese a un nuevo trabajo su empleador debe afiliarla en 72 horas al gremio de su rubro. Luego el empleado tiene tres meses para decidir si cambia o no”.

Por su parte, la misma Ciciliani, en una conferencia de prensa brindada en la Asociación Bancaria de Rosario, declaró que “la afiliación automática no vulnera el derecho a la libre elección o a la propia libertad sindical (entendiendo ésta también como la facultad de no afiliarse o desafiliarse), porque el trabajador puede desestimar la afiliación, quitándole de esa forma toda connotación de inscripción compulsiva. Tampoco implica una carga económica dado que en la actualidad el trabajador no afiliado, en la mayoría de los gremios, está contribuyendo con la cuota solidaria”. Además ahondó respecto a lo que debe ser la participación gremial: “no sólo apoyada, sino estimulada y potenciada en forma abierta por el mismo Estado, evitando que quede librada al mero impulso individual del trabajador solo frente a un sistema que, de así pretenderlo, le hará imposible o muy difícil su integración” (en parlamentario.com 30/05).

Así a primera vista, pareciera que a la Ciciliani la desvela el bienestar de los trabajadores. Pero nada más alejado de la realidad. Como en Paraná Metal y como en Mahle, para nombrar algunos de los ejemplos más emblemáticos, donde fue participe destacada de las derrotas de los laburantes, Ciciliani ahora afinó su lápiz antiobrero para diagramar una ley, que en caso de aprobarse, se transformará en otra vuelta de tuerca más de la dependencia sindical al Estado. Un nudo más que ajusta el cuello de la clase trabajadora y pretende dejar sin aire cualquier intento de ejercicio de verdadera democracia obrera. Es decir, cada vez más, cuantitativa y cualitativamente, los trabajadores deberemos organizarnos como se le canta al Estado, que le vive garantizando vidas de lujo y de abundancia a los patrones, esos que nos dan las migajitas de sus obscenos banquetes.

Por una parte, es notable el énfasis de la Ciciliani por establecer una iniciativa que salve el rol de esta forma de organización, ya que el proyecto tiende naturalmente a superar el inconveniente que resulta de un porcentaje tan bajo de afiliación sindical como es el 20% de los trabajadores.

Y por otro lado, de acuerdo a las siguientes palabras vertidas por la Diputada: “la afiliación automática no vulnera el derecho a la libre elección o a la propia libertad sindical (entendiendo ésta también como la facultad de no afiliarse o desafiliarse), porque el trabajador puede desestimar la afiliación, quitándole de esa forma toda connotación de inscripción compulsiva...”, se convierte la sindicalización en una consecuencia automática de la ocupación y esto trae lo que ya conocemos: una vez afiliado, vaya cada quién a desafiliarse. No se trata de mantenerse al margen, sino de marginarse de un aparato que todo lo puede en tanto todo lo sabe y arranca con la ventaja de la obtención de un consenso tácito. En este sentido se usa lo peor de la práctica mercantilista propia de los monopolios, que han llevado a los llamados contratos de adhesión al extremo de dominar la vida cotidiana de millones. Los ejemplos son muchísimos. Son adhesiones que no requieren la aprobación de la relación que se establece, sino el rechazo de la misma. Las AFJP gozaron de este privilegio durante años y se necesitó una ley que diera una vuelta de campana para desatar a los adherentes involuntarios. Una vez que te afilian de prepo, ¿dónde quedan las alternativas?. Andá a explicarle a la patronal que se puso de acuerdo con los burócratas que no querés estar afiliado. Por ejemplo, una iniciativa semiclandestina de organizarse libremente para enfrentar a la burocracia pasaría por una primera acción de reclamarle a los obreros no ya que se agrupen para una nueva construcción, sino que se desagrupen del rebaño dominado, con lo que la exposición del compañero es previa al comienzo del trabajo.

Sin duda, que este es un tema de suma importancia, que nos obliga a seguir debatiendo y a enfrentarlo en la acción. En tren de ello, transcribimos a continuación el punto 1 de nuestro Documento POR UNA NUEVA FORMA DE ORGANIZACIÓN DE LOS TRABAJADORES:

LIBRE AUTOORGANIZACIÓN DE LOS TRABAJADORES, SIN LA TUTELA DE LOS GOBIERNOS Y SIN ATADURAS A MECANISMOS LEGALES QUE IMPONEN UN RÉGIMEN DE CONTROL SOBRE NOSOTROS. Las declamadas garantías de la Constitución Nacional, cuando aterrizan, lo hacen de manera distinta según el campo en que lo hagan. El principio de la libre asociación se convierte en el caso de los trabajadores en una maraña que va desde la Ley de Asociaciones Profesionales hasta los decretos, resoluciones ministeriales y, como no podía ser de otra manera, reglas de mostrador del funcionario de turno. Estas leyes han sido escritas precisamente para proteger a los burócratas y coartar la libertad de decisión de los trabajadores, impidiendo la verdadera democracia. Existen un sinnúmero de disposiciones para ejemplo, como los mecanismos que imponen mil condiciones para decretar la huelga y ninguna para levantarla; la “carrera sindical” con sus requisitos de antigüedad, de ejercicio de cargos menores para llegar a mayores, etc. De hecho, en cada rama en la cual nos han dividido se verifican más o menos dificultades para la existencia de democracia obrera, pero de conjunto y cada vez más los estatutos de los sindicatos se plagan de estos resguardos para los burócratas. Como contrapartida, a los patrones nadie les hace ley y conforman sus asociaciones con la impunidad que ellos llaman “libertad”. Asociaciones para cometer los más atroces delitos, como fue la Asamblea Permanente General Empresaria (APeGe), sostén del golpe genocida de 1976. De esta sola comparación entre la impunidad para la organización de los patrones, surge que la disyuntiva para hacer efectiva nuestra defensa es hoy ser “orgánicos” en los términos de la venia gubernamental, o DEMOCRÁTICOS, con las mayúsculas de la verdadera DEMOCRACIA DE LOS TRABAJADORES.

Obviamente que las garantías que da Ciciliani de libertad y democracia sindical, aterrizan en su campo. Ella agrega más hilos a la maraña de la cual se habla.