La inflación...

... es un fenómeno que nos golpea a todos los trabajadores cada día de nuestras de vidas. Sin embargo, este eterno aumento de todo lo que necesitamos para vivir dignamente es un problema reducido al debate entre Gobiernos, patrones, economistas y burócratas sindicales. O sea que el hambre de los trabajadores siempre la deciden los que nunca pasan hambre, y además comen y se enriquecen a costa de lo que producimos nosotros. De esta manera, el tema entra en una lógica que parece no tener salida: el Gobierno Nacional cuestiona a los formadores de precios por una parte, y por otra niega la existencia de inflación ¿En qué quedamos Cristina, hay o no hay inflación? Si no hay inflación es muy difícil que haya formadores de precios. Detrás de este contradictorio juego, solo podemos leer que el Gobierno da vía libre a los empresarios para que aumenten, mientras que él se encarga del trabajo sucio de negar cínicamente el aniquilamiento de los sueldos del pueblo por medio de la suba de los precios. A todo esto, desde el mismo Gobierno se advierte que un reclamo superior al 30% por parte de los trabajadores tendrá como inevitable correlato un impacto en los precios de la Canasta Básica (como si antes de cualquier reclamo no estarían aumentando todas las semanas los alimentos y bienes básicos). Por ello, se apela a la responsabilidad y mesura de los trabajadores a la hora del pedido de aumento. Obviamente que a esta posición adhiere plenamente todo el arco de los empresarios explotadores. Hasta aquí, no es necesario profundizar mucho el análisis. Solo basta con decir las cosas a secas: una tomada de pelo monumental a todos los trabajadores, que ahora por reclamar un sueldo digno para nosotros y nuestras familias somos los culpables de los males de la economía nacional.

La otra pata de esta trampa la compone la burocracia, que con Moyano a la cabeza, ni bien Cristina llamó a ser responsables a los trabajadores, dejó de hablar de aumentos para centrar sus reclamos en la participación de las ganancias en la empresas y en la plata que el Gobierno les prometió para las obras sociales, que sabemos muy bien tiene como destino el engrosamiento de sus bolsillos.

Ahora bien, más allá de todo este circo en el que según el Kirchnerismo y las patronales, los trabajadores somos increíblemente víctimas y victimarios, se esconde la dependencia del Gobierno Nacional a los dictados del Imperialismo Yanqui y el Fondo Monetario Internacional. En nuestro boletín anterior, advertíamos que “el Gobierno Nacional honrará la deuda con los usureros del mundo y el FMI, entrando por el lado del asesoramiento, vigilará de ahora en más los números nacionales según el interés de los que van a cobrar”. De esa forma las siderales cifras del superávit fiscal (recaudación del Estado), no se traducirán en salud, vivienda, trabajo y sueldos dignos para el pueblo, sino en pagos en tiempo y forma a los organismos de crédito internacional, esas verdaderas mafias transnacionales que viven de la miserias de los pueblos. Si esto nos indigna, más rabia nos da saber que el mes pasado el Ministro de Economía, Amado Boudou, informó que Argentina obtuvo en 2010 un superávit primario (antes de pagar vencimientos de deuda) superior en un 45% al del 2009 (25.082 millones de pesos, es decir, 6.270 millones de dólares); y que esa colosal recaudación se compuso mayoritariamente por dinero de las arcas de la ANSES (que es plata de los jubilados presentes y futuros), del Banco Central (utilidades) y de la recaudación tributaria cuyo mayor ingreso lo aportó el IVA (impuesto al consumo que afecta más a los que menos tenemos). Ninguna novedad: la plata de los trabajadores para el Imperio y el hambre se queda acá, en el estómago, también de los trabajadores.

Todavía hay más. A principios de este mes, el subdirector del Departamento de Estrategia, Políticas y Revisión del FMI, Hugh Bredenkamp, dijo lo siguiente respecto a la escalada de precios de los alimentos a nivel mundial: los países deben ser cuidadosos para no permitir efectos secundarios, si los precios de los alimentos suben, que no se derramen en alzas de salarios o precios de otros productos. Vaya casualidad, el FMI ordena que si los precios de los alimentos suben los Gobiernos no deben aumentar los sueldos y a su vez Cristina pide responsabilidad a los trabajadores en los pedidos salariales mientras los alimentos y demás bienes fundamentales incrementan sus precios semana a semana. Lejos de toda casualidad, estamos ante la presencia de un alumno ejemplar de las políticas hambreadoras del FMI.

De a poquito vamos viendo que los trabajadores no tenemos nada que ver con el origen de la inflación, solo la sufrimos. En realidad, tal como dice el Kirchnerismo efectivamente existen los formadores de precios, y están incrustados en el corazón de la débil y dependiente estructura económica de nuestro país: de las 500 empresas más grandes de la Argentina, 324 son extranjeras. El funcionamiento especulativo de estos monopolios, es decir las posibilidades de fluctuación en un futuro de los precios de la soja o del oro por ejemplo, o posibles sequías o agotamientos de tal recurso natural o materia prima determinan que de un plumazo lancen los precios de los alimentos por las nubes. Pero el Gobierno Nacional nos pide responsabilidad a nosotros y no a estos chupasangre que imponen el orden económico de acuerdo a sus ganancias, que siempre van en contra de los bolsillos de los trabajadores.

Y bueno ya que tanto insiste Cristina, tendremos que empezar a ser responsables y no dejar que nadie nos mida la inflación ni lo que tenemos que ganar. Comencemos entonces compañeros, por formar nuestras propias comisiones de base, sin interferencia de burócratas, para medir cuánto nos cuesta vivir dignamente. Y sin la intromisión de estos burócratas, seamos responsables y vayamos nosotros a las paritarias a exigir, aunque parezca exagerado, lo que realmente nos cuesta vivir.