De la lucha que llevaron a cabo los obreros de Kraft se desprenden varias aristas para el análisis. Uno de los puntos que nos parece importante desmenuzar es el de la autodefensa obrera y los métodos de lucha. El 25 de setiembre del año pasado, en una acción conjunta entre el Gobierno Nacional de Kirchner y el Provincial de Scioli, la patronal y la burocracia del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación, encabezado por Rodolfo Daer; los trabajadores de la ex Terrabusi fueron brutalmente reprimidos y desalojados a gases y balazos en unos pocos minutos de adentro de la fábrica en la que se encontraban a modo de protesta hacía más de 40 días. Asimismo, familiares y organizaciones que se encontraban fuera de la fábrica padecieron también la mano dura policial. Ahora bien, ¿cómo puede ser que habiendo sostenido una lucha durante tantos días, en unos pocos minutos la Policía haya doblegado con tanta facilidad a los compañeros de Kraft? A nuestro criterio, surge inevitablemente la discusión acerca de la autodefensa obrera y los métodos de lucha.
Cuando se pelea contra los intereses de una multinacional chupasangre yanqui del tamaño de Kraft y cuando esa pelea se intenta llevar a cabo sin reconocer a la burocracia sindical como representante, y solo reconociendo como únicos y legítimos representantes a los delegados escogidos por los propios trabajadores, sin duda que lo mínimo que se puede esperar es una feroz represión como la que recayó sobre los compañeros de la ex Terrabusi. Y es así porque la burguesía jamás duda en utilizar a su brazo armado, la policía, para reprimir cuanta lucha popular se desarrolle. Rápida y estrepitosamente se le cae la careta de la Democracia a cualquier gobierno burgués cuando el pueblo se organiza para luchar consecuentemente. Y detrás de esa máscara ficticia se deja ver su único y verdadero rostro: el de represor. Y sino recordemos a Aníbal Fernández, quien juró hasta por su madre que no se reprimiría. Pero en esta democracia para ricos, quien manda es el Capital, y cuando en Kraft las cosas no salían como este lo deseaba, ahí estuvieron los palos y las balas a su servicio.
El meollo de la cuestión radica entonces en la confianza o no hacia esta falsa Democracia. Para ser más concretos y para que la palabra Democracia no quede solo como una palabra: ¿debemos confiar en Aníbal Fernández, en Scioli, en Cristina Kirchner, en López Matheu, en Moyano, en Daer, en el Ministerio de Trabajo y en las conciliaciones obligatorias? Ni un milésimo compañeros. Todos, sin excepción de ninguno, representaron en el conflicto de Kraft a los intereses de la patronal. El saldo al día de hoy es que Kraft sigue siendo una multinacional multimillonaria. Nada de su incalculable fortuna se vio afectada. Por el lado de los trabajadores, despidos y mayor ritmo de explotación para los que quedaron adentro. Nada nuevo, sino lo mismo que ha ocurrido y sigue ocurriendo a lo largo y a lo ancho del país en cada conflicto que surge. El rico, rico; el trabajador, desocupado.
Esto se tiene que acabar de una buena vez. Hay que dar vuelta la cosa. Cuando un burócrata nos viene con el cuento del Ministerio y de la conciliación obligatoria y de los “tiempos” de la empresa, tenemos que echarlo a patadas y gritarle en la cara que los tiempos los ponemos nosotros porque somos nosotros los que con nuestro lomo y con el sudor de nuestra frente generamos las riquezas que disfrutan unos pocos.
Hay que empezar a hablar sin pelos en la lengua: el Gobierno, las patronales y los burócratas son nuestros enemigos y vienen actuando como tales. De manera que confiar en ellos es firmar nuestra derrota de antemano. Debemos desterrar de nuestra cabeza esa falsa verdad de que el único que tiene derecho a ejercer la violencia es el Estado. La violencia que practica el Estado siempre va dirigida al pueblo que no se arrodilla a sus planes de hambre, por lo que no hay razón para continuar aplastados en el pacifismo. Tenemos que comenzar a responder al fuego enemigo con formas de organización más elevadas y contundentes.
Al fin y al cabo compañeros, la autodefensa no es otra cosa más que la dignidad armada. La dignidad que nos da la lucha consciente. La conciencia de comprender cabalmente que enfrente tenemos a un enemigo sanguinario. La clara conciencia de que si nuestra respuesta a las balas enemigas será poner la otra mejilla estaremos condenados a salir siempre derrotados. Seamos claros: cuando a un obrero le quieren sacar su laburo, cuando le quieren sacar lo suyo, está en todo su derecho de acogotar a quien intente hacerlo, tiene toda la razón de defenderse para evitar quedar en la calle y sumirse en la miseria junto a su familia. Y si esa defensa es organizada mejor; y si es organizada, y planificada mucho mejor todavía. Porque podrán haber sido muy valientes y honestos los compañeros de Kraft que tanto dentro como fuera la fábrica resistieron como podían con lo que tenían a su alcance. Pero saltan a la vista de cualquiera la ineficacia y las terribles consecuencias de una autodefensa desorganizada, más parecida a manotazos de desesperación que a otra cosa.
Es posible que con una autodefensa armada, organizada y planificada los compañeros de Kraft hubiesen cobrado como locos, o sea, igual que lo que pasó. Pero se caía combatiendo, no por huída y dispersión dando lugar a una cacería por toda la ciudad y sus alrededores. Y aquí hay un detalle: se podría haber hecho pagar caro a los milicos y sus mandantes la osadía de atacar a los trabajadores y sus fuerzas solidarias. ¿Se imaginan ustedes lo que podría haber pasado si se los golpeaba con la mayor dureza? Ni lo duden. Esas fuerzas escasas que se tenían se hubieran potenciado por mil y hubiesen generado en los más retrasados un estímulo simple, directo, elemental, como es el de ver que se pueden infligir golpes duros a los que se atreven. Es bajo estas condiciones que se ve la calidad de una dirección. Hacer de la poca, una gran fuerza. En el enfrentamiento por el desalojo de los pocos que estaban adentro, había una clara superioridad numérica a favor de los trabajadores. Lo que no había eran recursos apropiados y comando para la confrontación. Elementos tan simples como bombas molotov, gomeras, bombas de estruendo debidamente acondicionadas, unos miguelitos y algunas cositas más elementales hubiesen causado un estropicio en una tropa represiva que hasta mostró por momentos falta de coordinación, desconcierto y poca disposición anímica.
Ya es hora compañeros de tomar el toro por las astas. Lejos de pasar, la crisis seguirá golpeándonos duro en este 2010 si no comenzamos a organizarnos de otra manera. La consigna es confiar nada más que en nuestro puño. Lo siguiente, planear, organizar y ejecutar con decisión nuestra autodefensa con los métodos que hallemos necesarios para salir bien parados de las distintas situaciones que se nos presenten. El paso posterior será transformar la autodefensa en ofensiva obrera y popular.